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Dinámica

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Por Ana Santos* Traducción del portugués al español por Ángela Cuartas   Nada nuevo bajo el sol. La Tierra se cansa de su giro, como la piedra rodada por Sísifo.   Hay un dios que danza, soplando alisios, monzones, ardiendo en lava, temblando en sismos. Él no para por mí.

Versos seleccionados por un corazón zombi. Todos de Amiri Baraka*

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Los siguientes versos fueron traducidos de forma libre por Emmanuel Vizcaya: “mi boca está muy abierta” “pero no tengo nada que decir” “eso también es parte de mi encanto” “¿quién soy yo para amar tan profundamente?” “¿cuánto es demasiado íntimo?” “soy lo que creo que soy” “mi corazón es amplio como para contener algo de historia” “un poema es una tontería a menos que se convierta en un árbol” “te huelo” “te siento” “pero verás que todavía estoy lejos de entenderte” “sé que no eres Dios pero eres todo en lo que creo” “las ideas son reflejos de la vida material” “soy visible” “tengo la capacidad para ser visto” “el problema es que no me ves”

Cuando escriben de abismos, aluden a las fosas

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Poema de Mario Montalbetti "Fondo del poema" Nada seduce más al hombre, no el paso meditado de la sombra de un animal, no la vida, no el ojo negro de la muerte, no la muerte, no la tenacidad del deseo, nada seduce mas al hombre que un abismo. Ante él, el hombre siente una indecible necesidad de arrojar algo, una envoltura de papel, una moneda, una idea, lo que sea, incluso a sí mismo, con tal de verter algo en su largo vacío. Y esto es lo más curioso: si no encuentra nada que arrojar, hace algo plenamente romántico: escupe. Y luego sigue con la mirada las evoluciones de la mancha blanca de saliva deformándose en el aire durante su caída. Digamos que dura cinco segundos. Hay abismos morales, sexuales, psicológicos. Hay también abismos poéticos, versos que caen de barrancos marrones a playas de arena negra, acompañados de la mierda absorta del poeta que se deleita con las contorsiones de las sílabas abismo abajo. La mancha blanca llega al fondo. La mirada absorta n

Pulsiones

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Me gustaría colgarme de la espesura de tu mirada                   (tus pestañas, un andamio lúdico) que mis labios retozaran en tus manos: un parque de diversiones. Empezar con tus terrenos abundantes                       (amante generoso y de ojos abiertos): encontrar sosiego en tu brillante y yermo pecho. "Passion", de Floris Arntzenius (c.1892).

Represión

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Me gustaría perderme con una caminata infinita, pienso; pero la sensatez inmediatamente me recuerda que me debo a ciertos compromisos (tomar la estafeta del cuidado de un familiar con Alzheimer, primordialmente). Con todo y este fuerte sentido de responsabilidad, la delicia de salir de mi oficina en punto de la luz de las 6 p.m. y caminar rumbo a casa los 9 kilómetros que separan mi centro de trabajo de mi cueva personal, me motiva de una forma muy insistente. Quizás la ansiedad me dicta este deseo: los días pasan de forma automática a través de mi cuerpo y el espacio que comparto con mi familiar acumula esperanza, todo como producto de una mátrix de resentimientos que me impulsan a correr y refrenarme. Todo sucede en mi cabeza, pero mis intestinos me advierten que mi cuerpo resiente lo que pienso y recuerdo que mi vigilia sigue alterada porque al llegar la noche, permanezco en alerta y mi duermevela me aqueja en las horas matutinas. *** Durante 18 meses opté por soluciones

Le fallamos a Cummings

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Imagino tu gesto adusto, que estás de pie en la calle, mirando hacia ningún sitio, mientras sigo buscando en mi celular los versos que pienso puedan relajar tu actitud si te los leo. Habían pasado semanas desde la grabación de tus poemas favoritos para ese programa radiofónico, desde aquel fallo del productor que retiró de la programación, la lectura de ese poema de E. E. Cummings que tanto me fascina escucharte leer. Invariablemente, esa lectura me hace recordar los días en el instituto, recostados sobre el césped, bajo la copa de los robles del Parque Central, frente a frente, hablando de las conferencias y trabajos. Tu voz se confundía con el viento que se frotaba con las hojas del árbol, pero que sabía tuya porque me susurrabas los versos de May I Feel Said He para romper la frialdad de nuestra camaradería pública y sentirnos nuevamente como dos amantes en ciernes. Nunca nos falló Cummings en esos días, pero el tiempo es un molino que transforma lo novedoso en tierra conocida